domingo, 29 de noviembre de 2009

Mujeres que corren con los lobos



Cuando leo un libro, puede resultar que dicha lectura sea amena sin más o que entre las frases colocadas línea tras línea encuentre un punto de encuentro, nunca mejor dicho, a muchas cosas.
Hace años que oí hablar del citado en cuestión. Por un motivo u otro, hasta hace unos meses no cayó en mis manos. Me lo recomendaron como lectura obligada a toda mujer, aunque verdaderamente pensé que ya estaba muy de vuelta con muchos libros de este tipo. Me he cansado de leer aquellos que siempre me dicen lo mismo sobre lo mismo. Autoayuda, sí, pero desde hace tiempo no me aportan nada nuevo. Todo se repite constantemente, como en un bucle que no avanza. Así que mi periplo en la biblioteca me sugiere alguna novela interesante y uno o dos de poesía. ¡Qué nunca falte!

Hasta que compré “Mujeres que corren con los lobos”. Son cuentos de todos conocidos, como ejemplo, “Las zapatillas rojas”, “El patito feo”, “Barba azul”… Cito estos por ser los más oídos, a los que la autora destripa, paso a paso, a fin de encontrar un punto de unión a muchos comportamientos.

Lo que me ha sorprendido del libro, no han sido los conceptos nuevos, que los ha habido, sino la explicación a diversos, como he dicho antes, comportamientos propios, míos. El libro podría encontrar lectores en hombres, refiriéndome a ello ya que se explaya en bastantes ocasiones en comportamientos similares, pero si que es cierto que se dirige la mayoría de las veces a las mujeres. Según la persona que me habló sobre él, un hombre, lo recomienda para aquellos que quieran entendernos.

Han sido meses de estudiarlo, ya que la información es tan especial, tan exquisita, que hace falta tiempo para asimilarlo.

Me ha encantado saber porque a veces necesito salir corriendo de donde me encuentre y que no es por incomodidad, sino porque mi mío ansía saciarse de lo que siento sin que nadie esté por medio. Saber porque me apasiona tanto la naturaleza en toda la expresión, más que de la palabra, de lo que abarca. No sabría darle nombre pero es que no hace falta. Lo que es, es.
Y cuando lo que es, es tan tuyo, que termino el libro, después de haber llorado cientos de veces al leerlo con una alegría que no puedo describir…

Dejo las últimas anotaciones…


“Así descubrió que era cierto lo que dicen, que el lobo es la más sabia de las criaturas. Si prestas atención, el lobo cuando aúlla hace siempre la pregunta más importante, no dónde está el alimento más próximo, la pelea más próxima o la danza más próxima,
sino la pregunta más importante
para ver dentro y detrás,
para sopesar el valor de todo lo que vive,
¿dóooonde
estáaaaa el
almaaaa?
¿Dónde está el alma?
¿Dónde está el alma?
Sal al bosque, sal enseguida.
Si no sales al bosque, jamás ocurrirá nada y tu vida, no empezará jamás.
Sal al bosque,
sal enseguida.
Sal al bosque,
sal enseguida.”



Clarissa Pinkola Estés



martes, 24 de noviembre de 2009

En el medio




Os escucho a los dos por separado
y después de un rato me viene la risa.
O eso creo.
Se parece muy poco lo que dice uno
a lo que cuenta el otro.
Sólo os escucho y me rió, pero por dentro lloro.
Ella te sigue tratando como un niño
y tú, rabioso, gritas sin pensarlo.
Debería estar contenta de la autodependencia que tienes
y tú, tratar de entender mejor a la que te parió.

Yo, como en muchas contadas, sigo en el medio.

viernes, 20 de noviembre de 2009

El puzzle




Le regalaron un puzzle de 5.000 piezas. La imagen asemejaba un pergamino sobre el que estaban pintados varios personajes de la Biblia. Alrededor y encima de ellos se distribuían estrellas. Por un lado San Marcos, por otro Judas, Mateo y algunos más.

El dibujo estaba encajado en un recuadro que fue la base para empezar a montarlo. Después vinieron otros colores, los rojos de las capas, los rojos de los vestidos, el azul del cielo, el azul de las capas, el azul de los vestidos, los tonos brillantes de las estrellas cuya proximidad formaba constelaciones, el verde de las capas, el verde de los vestidos, el tono rosado de las carnes y el gris de los cabellos y barbas.

Poco a poco fue tomando forma y cuando termino con la parte central comenzó con los dos laterales del puzzle, lo que propiamente pertenecía al pergamino. Los costados fueron fáciles al poder seguir el dibujo de la tapa. Una hoja antigua, llena de marcas, pero después hubo que dedicarse al espacio que quedaba entre esos bordes y el comienzo del dibujo. Era como si le hubieran echado una pátina color crema, lisa y sin protuberancias, pero aquella superficie estaba dividida en cientos de piezas del puzzle.

Las reunió por formas. Primero las que tenían hueco arriba y abajo y salientes en los costados. Luego las que tenían salientes arriba y abajo y hueco en los costados. Después las que tenían huecos en los cuatros lados. Así sucesivamente trató de colocarlas, una por una.
Pasaron meses y a éstos les siguieron los años. Cambió de domicilio y dividió el puzzle en trozos tan grandes como la caja donde habían venido encerrados, separándolos con folios blancos. Cuando consiguió sacar un poco de tiempo después del traslado, volvió a montarlo sobre la mesa que usaba para dibujar y trató de terminarlo. Nada de lo que intentaba daba resultado y los dos trozos vacíos en los costados del puzzle adquirieron protagonismo. Cada vez que le pasaba el polvo a lo ya montado, se quedaba mirando aquellos espacios en los que nadaban algunas piezas del anterior intento.

Siguieron pasando meses y años hasta que un día, el aburrimiento de ver que si no buscaba una solución el problema persisitiría, le obligó a tomar una decisión drástica. No consultó con nadie.

Entre el recuadro del dibujo y el hueco que faltaba por terminar sólo estaba la separación de una columna de piezas. En la tabla sobre la que se apoyaba, marcó donde terminaba. Encoló lo que estaba montado y cuando se secó la cola retiró el puzzle. Cortó la tabla por la marca y volvió a colocar el dibujo. Las piezas que sobraban las tiró.

Ya no volvería a intentar montarlo, ya no trataría de entender porque había piezas que no encajaban, ya no perdería su tiempo imaginando posibles alternativas para completarlo.

Pegó el puzzle a la tabla, compró unas maderas y le hizó un marco que después barnizó. Le colocó dos escarpias y lo colgó de la pared.




martes, 17 de noviembre de 2009

Hoy




Madura, vividos momentos que a lo lejos ves,
tan estudiados, que no volverán por el camino de vuelta.
Atrapados en los agujeros de las simas,
se ajan en flores maceradas al sol.
Madre acunando chiquilladas
en suaves mimos que levanta el ego.
Cobijas entre los brazos arranques de furia,
en caricias de cabello de ángel
que dulce, amamantas con desvelos.
Arrastrada por cuentos sueñas, niña
de miradas llena, niña de grandes ojos.
Para perderte en tus misterios vivos
siempre quedarán rincones y futuros.
Mujer, en muslos descubierta
y barriga arrugada de madre tierra.
Desnuda el tiempo de alargados tactos
y al infinito de otra piel suspiras,
suspiros de cadencia en movimiento amado.

Sabia, escojo como vivir cada segundo
sumado al minuto ya pasado.
¿Qué puedo ser sino mujer, niña, madura y madre?
Todas una, elijo escribir
todas las maneras de sentirme.



miércoles, 11 de noviembre de 2009

Mª Luz




Hace unos cinco años que decidí tener un poco de tiempo para mí. Destiné parte de los ahorros mensuales para traer a una persona que me quitase un poco de trabajo en casa. Al principio mi pareja no estaba muy conforme pero según ha pasado el tiempo, se ha convencido de que vivíamos demasiado encajonados en las obligaciones del día a día.

Se llama Mª Luz. Destaca por su simpatía, su amabilidad y su saber estar. Creo que desde el principio nos entendimos muy bien. Tampoco tiene una jefa demasiado exigente, todo hay que decirlo, con que me quite un poco de trabajo me vale. Con el tiempo, nos hemos convertido en amigas, aunque nos vemos poco. Hay semanas que por mis turnos de trabajo, no la veo. Es pequeñita, con el pelo cobrizo y con unos preciosos ojos azules que le llenan la cara, aunque lo que más me gusta es su franca sonrisa.

De sus labios he escuchado sus andanzas por la vida, su divorcio, lo que ha peleado por salir adelante sin más luchas que las de su trabajo y las de sus dos hijos. Y no lo ha tenido fácil. Se quedó huérfana de madre muy niña y en aquellos tiempos, los orfanatos estaban de moda. Ella y sus hermanos terminaron allí, aunque en el presente están muy avenidos.

Muy detallista. El peque siempre tiene un regalo de cumpleaños acompañado por una tarta y a mí me ha deleitado con un frutero decorado con una servilleta de floreadas amapolas que me traje de un viaje y algún que otro búho que corre a comprar cuando se cruza en su camino. Por mi parte, me pierdo cada vez que voy de viaje buscando sellos para su colección. Tiene algunos de París, de Innsbruck, Barcelona, Tenerife…

Quiere y se hace querer. Me ve corriendo de un lado a otro y me dice que me relaje, que ya recoge esto o aquello, pero yo no puedo evitar ordenarlo todo para que ella pueda hacer lo que necesito que haga. Y cumplidora. Se organiza y unos días será una cosa y otros, otra, pero entre las dos lo tenemos organizado.

Últimamente ha estado un poco nerviosa. Mientras uno de sus hijos preparaba su boda, el otro rompía su relación de pareja después de cuatro años. El ir y venir, ahora se van los dos de golpe y de repente uno vuelve.

Ella me cuenta y yo la escucho. Yo le cuento y me escucha ella, pero nunca nos habíamos salido de esos momentos en mi casa.

Hace dos meses aproximadamente me llevé una de las sorpresas más grandes que podía recibir por su parte. Me pedía consejo, me pedía que la acompañara a escoger su vestido de madrina. Nos marchamos una mañana de compras. Se probó un vestido precioso, parecía una muñeca con sus zapatitos de tacón. Pero junto con el abrigo le parecía demasiado caro y decidió no comprarlo. Miramos más tiendas pero no terminamos de encontrar otro que le gustara.

No pude volver a acompañarla y se recorrió varias tiendas con una sobrina comprando al final otro precioso vestido, con un bolso, zapatos de tacón y una chaqueta. Estaba entusiasmada y como la invité un día a tomar café, apareció con toda la ropa para enseñármela. Se cambió en mi dormitorio y apareció como una princesita de cuento, fina y elegante. Me contó que su hermana le había dejado unos pendientes y su sobrina otros pero que no terminaban de convencerla, así que ni corta ni perezosa, con una idea aproximada de lo que quería, me recorrí varias joyerías hasta encontrar lo que me pareció ideal. No me permitió dejar hacerle ningún detalle a su hijo, así que le tocó a ella. La vi muy apurada cuando lo recibió pero tengo muy claro que cuando alguien se lo merece no hay lugar a dudas.

Hace poco se ha casado su hijo. Dos horas antes de la ceremonia, me llamó a casa para preguntarme donde tenía que ponerse el novio la flor, si en el ojal de la solapa o en el bolsillo. La verdad yo no lo sabía, pero sentí de nuevo algo especial.

Acudí a la ceremonia. No podía evitar verla vestida otra vez tan bonita. Cuando terminó la ceremonia me acerqué al altar y mientras iba a la sacristía a firmar, cruzamos nuestras miradas. Yo no quería molestar y fue ella la que se acercó a saludarme. Sus ojos brillaban. Nos dimos dos besos y me marché…

El primer día después de la boda me lo contó todo. Los nervios, la ceremonia, la comida, el ramo de flores que le entregó su hijo…

Para mí ha sido un orgullo muy grande que me eligiera para escoger su vestido de madrina, que viniera a casa a enseñármelo, que me llamara para preguntar lo de la flor en el ojal… Ella me agradeció que fuera a la ceremonia… Se lo dije claro… Para verte, MªLuz, para verte.

Sólo me queda darte las gracias. Miles de gracias, Mª Luz.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Me gusta la fruta




El manzano se desbordó de manzanas,
el peral descargó sus peras al suelo,
el platanero se sació de racimos de plátanos
y el cerezo deslumbró, con sus lustrosas cerezas el cielo.
En el frutero conviven en roces,
manzanas, peras, cerezas y plátanos,
mas nunca ofrecerán los manzanos, cerezas
ni colgarán de los plataneros, las peras.

Como en la vida, nunca dará albaricoques
quien se carga de melocotones.

Me gusta la fruta.


lunes, 2 de noviembre de 2009

Sabios




Entregadas a un escandaloso baile después de perder sus verdores,
arrollan con sus vaivenes carreteras, aceras y rincones.
Han entendido que se les termina el tiempo
y se dejan caer en moribunda letanía.
La meteorología impone su fuerza,
rasga el viento, ruge la furia
agitándose las ramas en frenético desgarro.

Todavía no llueve. Templado el cielo,
corren las nubes en grises ciernes.
Sabio el árbol, se despoja de su ropaje veraniego
y acaricia la desnudez que le trae el invierno.
Ellas, en alfombra crujiente que arrastran los pies,
suenan colmo de los colmos del barrendero.

Llueve.
Molinillo de gotas descansa
sobre los colores amigos de la tierra.
El frío arranca vapores de la garganta
y el cuerpo reposa, café entre las venas.

Sabio el árbol, sabe cuando dormirse
y al final, nosotros también.