Se obligó a claudicar.
Ante los constantes desasosiegos
y las insistentes melancolías
terminó comprendiendo
entendido como un deseo opaco,
cosas que debía aceptar.
Las palabras, esas uniones de diminutas letras,
antes dueñas de un mundo perfecto,
se transformaron en sensaciones vacías
mientras sus restos se desplomaban.
Los fonemas que sonaban cual ruiseñor en rama,
tuvieron que agruparse en otros mundos
nombrando distintos versos,
en elección de noveles caminos y senderos.
Como pompas y grandes burbujas,
cuya existencia se basa en reventar una y otra vez.
Por más que insistiera
retornaban al mismo momento y explotaban.
Entonces, para algunos,
fabricó relaciones de plástico.
El aire siempre ha servido
para no ahogarse y quedar con la cabeza fuera.
Hay manguitos, flotadores con forma de animal
y también calabazas vacías de pulpa
para sujetar en la cintura.
La pena que le queda
es que no pudo llegar a tiempo
para regalarle uno de esos flotadores
a la que la parió.